Después de La lengua de las mariposas, Manuel Rivas retoma el hilo de la tragedia española, la guerra que estremeció al mundo y marcó la historia del siglo XX. Pero El lápiz del carpintero no es una historia más sobre la guerra. Trata de la vida de los hombres y las mujeres en el lado más salvaje de la historia. Trata de la fuerza del amor ocupando el hueco abismal de la desesperanza.
Con el lápiz del carpintero, con las manos de las lavanderas, con el dolor fantasma de los amputados, con la belleza tísica de los enfermos... va tejiéndose la red de la realidad inteligente. Aquí el lenguaje se confunde con el aliento de la vida, con el código morse de las vísceras. Una novela escrita desde hoy y para siempre.
MIS IMPRESIONES
Hay títulos que sobrevuelan a nuestro alrededor y en los que estamos seguros nos sumergiremos tarde o temprano. La celebración del 20 aniversario de El lápiz del carpintero y la reedición de Alfaguara fueron el empujoncito que necesitaba para decidirme por ella. Os cuento mis impresiones.
Aunque la sinopsis de la novela nos habla de un pintor republicano que, con un lápiz de carpintero, dibujó el Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago con las imágenes de sus compañeros de presidio, será el doctor Da Barca el personaje central en torno al que se articule esta novela. El pintor será uno de los muchos presidiarios que compartieron con el doctor momentos terribles entre los muros de la cárcel de Santiago.
La historia se inicia cuando un periodista llega dispuesto a entrevistar a Daniel Da Barca. Este médico fue uno de los muchos republicanos recluidos en la Falcona, la cárcel de Santiago de Compostela, allá por 1936. Conoceremos su historia a través de otro hilo argumental que nos traslada a un prostíbulo en el que Herbal, actualmente empleado del local y antiguo guardia de la prisión en la que se encontraba el doctor Da Barca, le contará a una de las prostitutas recién llegadas, cómo conoció él al doctor y a un pintor, que dibujaba con un lápiz de carpintero. Un pintor del que a la postre sería asesino y que se convertirá en una figura muy influyente en la vida del guardia, algo así como la voz de su conciencia, dirigiendo en ocasiones sus actos.
Tras los pasos del buen doctor irá siempre Herbal, un personaje con una psicología compleja que llega a convertirse en la figura antagonista a Daniel. Herbal es un personaje muy trabajado, tan o más potente que el propio doctor da Barca pero que despertará pocas simpatías en el lector. Un hombre que llegó a albergar sentimientos contradictorios hacia la figura del buen doctor, admirándolo, odiándolo y envidiándolo a partes iguales, en especial por su historia de amor con Maria Mallo.
La historia de Daniel nos llevará por diferentes cárceles gallegas. Allí, él y sus compañeros de presidio pasarían infinidad de penalidades. La mayoría no saldría de allí. Él tendrá más suerte. Mucha. Pero también una voluntad inquebrantable en la defensa de sus principios y un amor que le dará fuerzas para continuar su lucha. De las condiciones de vida en las cárceles, la unión que se genera entre compañeros de adversidades pese a sus diferentes ideologías, los paseillos, los pelotones de fusilamiento, el amor como inyector de esperanza cuando todo está perdido, el dolor y los celos nos hablará Manuel Rivas en una historia durísima que, desconcierta inicialmente al lector, y en mi caso exigió una relectura atenta del comienzo para ubicarme en la historia. Rivas expone sin adornar. No busca la lágrima fácil pero tampoco restará un ápice de crudeza a un relato, que en ocasiones más que saberse, se intuye.
El lápiz del carpintero es una novela de esas en las que menos es más. Un relato doloroso que no me atrevería a recomendar a la ligera, en la que me faltó un poco más de esa historia de amor de la que nos habla en la sinopsis y que nos muestra, con el telón de fondo de uno de los episodios más negros de la historia de España, la forma en que diferentes personas se enfrentaron a esta barbarie.