En una oscura y brumosa noche, en el pequeño pueblo inglés de Radcot, a orillas del Támesis, los lugareños se reúnen en la taberna Swan para compartir un trago e historias llenas de sabiduría popular. Con seiscientos años de antigüedad, la posada es famosa por reunir a los mejores narradores de cuentos populares, pero esa noche la tertulia nocturna se ve interrumpida por la llegada de un hombre misterioso empapado en sangre que carga en sus brazos a una niña inconsciente. Antes de que el hombre pueda emitir explicación alguna, cae derrumbado.
Mientras tanto, río arriba, dos familias buscan desesperadamente a sus hijas, Alice Armstrong, a la que nadie ha visto desde hace veinticuatro horas tras el suicidio de su madre, y Amelia Vaughan desaparecida dos años atrás sin dejar rastro.
MIS IMPRESIONES
Las magníficas opiniones que había leído de El cuento número
trece, la preciosa portada del libro y la sinopsis tan atrayente fueron los
motivos que me llevaron a leer esta historia. Os cuento mis impresiones.
La taberna Swan, una archiconocida posada, regentada por los Ockwell desde tiempos inmemoriales y ubicada a orillas del Támesis, es famosa
por reunir cada noche a los mejores contadores de historias.
Lo acontecido allí durante la noche del solsticio
de invierno cuando un forastero moribundo y empapado entra portando en sus
brazos una niña desfallecida será el eje de esta novela. Tras dar unos pasos el forastero se desvanece ante la estupefacción de los presentes, que rápidamente acudirán en su auxilio y avisarán a una enfermera
vecina quien, en cuestión de segundos ve como la pequeña muere para poco después recuperar el pulso. ¿Qué ha ocurrido en realidad a la niña? ¿Ha sido un milagro? Nadie sabe dar una explicación lógica a lo
sucedido, pero todos los presentes, los que han tenido un contacto con la
pequeña, han sentido un magnetismo especial, un instinto protector hacia ella. ¿Quién será? ¿De donde vendrá?
A partir de aquí, navegaremos río arriba para ir conociendo a estos y otros de los personajes de una novela coral, que inicialmente provoca cierto desconcierto en el lector,
al no saber a ciencia cierta su deriva, para, poco a
poco, de forma pausada, ir atisbando cuál va a ser el hilo conductor y nexo de
unión de todos ellos: Margot Ockwell, cuya familia ha regentado el Swan desde tiempos inmemoriales, junto a su marido Joe, un gran contador de historias; Daunt, un fotógrafo enamorado del Támesis; el matrimonio Vaughan, cuya hija fue secuestrada dos años
atrás; Robert Armstromg, un hombre de color que busca el paradero de su nieta Alice y de una chica que
mantuvo una relación con Robin, su hijo mayor; o Lily, una joven con un pasado misterioso que ayuda en la parroquia y cree saber quién es esa niña.
Diane Setterfield sabe sembrar el desconcierto en el lector
y, desde luego, a mí, a pesar de no ser esta una novela con gran ritmo me
encandiló desde las primeras páginas, más que con su historia, con esa forma de
contar la historia. Esa prosa cadenciosa, envolvente y descriptiva capaz de
trasladarte en el espacio y en el tiempo hasta Radcot, un pequeño pueblecito al
borde del Támesis es junto con su impecable ambientación uno de los mejores alicientes de la novela. Y hasta aquí todo hubiera ido bien si no hubiera sido porque, desde mi punto de vista, la autora abusa del número de páginas, dedicándose en exceso a la descripción de lo que siente cada personaje o dando demasiadas vueltas a otros temas, que me hacían sentir por momentos que no avanzaba. Creo que con algo de síntesis la novela hubiese sido más efectiva, logrando mantener la tensión narrativa.
La galería de personajes es enorme y de lo más variada. A
través de cada uno de ellos la autora va entrelazando una serie de subtramas, que comparten protagonismo entre ellas hasta llegar a entroncar con la principal. Temas como la bondad, la maldad, el duelo, la culpa, el
miedo a equivocarnos, el destino, las relaciones entre padres e hijos formarán parte de una historia, impregnada de un aura de misterio, llena de brumas y cierto tinte
sobrenatural en la que el Támesis es tan o más protagonista que el resto de los personajes.
En definitiva, Diane Setterfield nos trae una historia
original, buenos personajes, una prosa y una ambientación impecable, en la que a mí me ha lastrado la extensión y quizás las expectativas de un desenlace más complejo a tenor del misterio generado. No obstante, es una novela que está gustado mucho y como sabéis no es más que una opinión personal por lo que os animo a contrastarla con otras.