Ismael está bloqueado. Lleva dos años intentando escribir su próxima novela, pero no consigue producir más que borradores sin vida, y no llega a los plazos acordados con su editor. Se cuestiona todo lo que escribe, algo que no le había ocurrido nunca. Su situación se complica el día en que su madre tiene un accidente e Ismael se ve obligado a pasar todas las tardes con su padre para cuidar de él. Esas horas lo transportarán de golpe a un momento que quedó congelado en su infancia y que Ismael ha mantenido oculto hasta ahora entre sus recuerdos.
Jasone es la primera lectora y correctora de los textos de su marido. Desde hace años vive dedicada a su familia, y aunque ella también escribía de joven, lo dejó. En este último año se ha quedado por las noches frente al ordenador, y a escondidas ha comenzado a crear de nuevo.
Cada uno jugará con su secreto en medio de una marejada emocional en la que los silencios, como casi siempre, hablarán más que las propias palabras.
La casa del padre nos descubre a la escritora Karmele Jaio, en una novela que nos habla de las maneras de construir y transmitir la masculinidad y de la enorme influencia del género en la vida de mujeres y hombres.
FICHA TÉCNICA
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MIS IMPRESIONES
Ya sabéis que la novela intimista me pierde y esta novedad de Destino tenía todas las papeletas para colarse en mi agenda lectora, robando el turno a otros tantos que aguardan en el estante. Llegó pronto, lo empecé enseguida y ha sido todo un acierto. Os cuento lo que me ha parecido.
Josune e Ismael llevan juntos una eternidad, comparten su
amor por la literatura y a Libe que, además de hermana rebelde de Ismael, es la
mejor amiga de Josune. Ismael es un escritor que se enfrenta a una crisis
creativa y personal. A pesar de haber publicado ya con éxito, la presión
editorial le ha llevado a una situación de bloqueo en la que nada termina de
satisfacerle. Todo cuanto escribe lo encuentra vacío o carente de profundidad.
Josune, por su parte, también anda lidiando con sus propios demonios, y es que
ahora que sus hijos se han marchado de casa no puede evitar reflexionar sobre cuántos
de sus sueños, entre ellos el escribir, dejó a un lado para apostar por la
familia y la proyección profesional de su marido. Desde hace años corrige los
textos de Ismael, pero esto no es suficiente. Ella necesita volver a
ilusionarse con algo: un reto, un impulso, y a escondidas, está escribiendo una
novela.
Una caída accidental llevará a la madre de Ismael al
hospital, obligándolo a pasar las tardes en la que fuera su casa de niño, al
cuidado de su padre muy mermado físicamente y con el que nunca llegó a
entenderse. Esta situación que le hará dar de bruces con temas no resueltos de
su pasado y, mientras repasa la compleja relación con su padre, habrá de bucear
entre sus recuerdos para enfrentar por fin sus miedos.
La casa del padre es una novela profundamente intimista que,
tomando como epicentro a una pareja madura, reflexiona sobre las diferencias de
género y esas normas no escritas que, a pesar de cuanto pensamos que hemos
avanzado, son una losa pesada que va aplastando generación tras generación a
mujeres y hombres que, por miedo a enfrentarse a sus mayores, se enredan en una
cárcel en la que se repiten conductas aprendidas que les van aniquilando si no se les planta cara.
Karmele Jaio sabe lo que es profundizar en la psicología de
los personajes y no va a necesitar más que un puñado de ellos para llegar a lo
más hondo de su ser: de sus miedos, de sus inseguridades, de sus sueños rotos. Son
varios los puntos fuertes de la novela y la edad de los protagonistas
principales es uno de ellos; porque ambos pasado la meseta de su vida y se
enfrentan a ese tiempo de descuento en que si no te apresuras, tus sueños
quedarán precisamente en eso. Pero, además, justo cuando descubres que determinadas
cosas no podrán ser, llega ese regusto amargo que empaña cada día. La alternancia
de narradores es su otra baza. La novela se estructura en diferentes partes
dedicadas fundamentalmente a Ismael y Jasone, y en menor medida a Libe, la hermana
de Ismael. Jasone, que desde mi punto de vista es el alma de la novela, un
personaje fuerte y magnético, se expresa en primera persona y quizá por la
edad, por ser mujer o por todo un poco me ha resultado realmente irresistible
su historia, enredándome en ella y haciéndome sentir como uno de los personajes mil y una situaciones de sobra conocidas. Un narrador en segunda persona nos irá desvelando la historia de
Libe e Ismael, en este último caso casi sacudiéndolo, provocándolo, para que
solucione de una vez sus problemas. Un hombre que se debate entre lo correcto y lo aprendido, que tiene una evolución brutal en la historia, y que refleja muy bien cuán difícil es en ocasiones el entendimiento entre hombres y mujeres.
La casa del padre es una historia emotiva, durísima por momentos e injusta en muchas ocasiones, que nos muestra la evolución
de los roles de hombre y mujer dentro de la sociedad desde nuestros padres
hasta llegar a nuestros días. Una novela que pese a exponer hechos sin enjuiciar para
que sea el propio lector quien saque sus conclusiones, terminé
hace una semana y sigue dando vueltas en mi cabeza. Y eso, creo yo, es bueno,
muy bueno.