El hombre que nunca le haría daño a nadie - Roger Rubio

El hallazgo del cadáver de una prostituta en un céntrico piso de Barcelona es el arranque de una extraña cadena de asesinatos. Un hombre se ha entregado a la policía autoinculpándose de este y otros crímenes, pero las cosas no están tan claras: el presunto asesino, adicto a la novela negra, se entretiene imaginando crímenes perfectos y estudiando hasta los más mínimos detalles, pero lo hace como puro entretenimiento y sin la menor intención de llevar sus planes a la práctica. Lo sorprendente es que sus «víctimas», esas cuyos crímenes imagina, han empezado a aparecer efectivamente muertas del modo exacto que él había previsto...

FICHA DEL LIBRO

MIS IMPRESIONES

Félix Olivares es un hombre solitario, viudo, anodino. Un tipo gris. Trabaja como responsable de recursos humanos en una cadena hotelera en la ciudad condal, y además de ser un lector compulsivo de novela negra, dispuesto a gastar ingentes cantidades de dinero en su afición favorita, dedica su tiempo libre a imaginar y planificar crímenes llegando mucho más allá de lo que cualquiera pudiera esperar. Y es que Olivares no solo observa detenidamente e investiga los hábitos de sus «hipotéticas» víctimas, que son personas de carne y hueso, sino que plasma el resultado de sus investigaciones en una serie de cuadernos. 

Con todo lujo de detalles imaginó y documentó la muerte de un empleado de la sucursal bancaria a la que acude a diario. Tras el desconcierto por la muerte de este en circunstancias similares a las que el trazó en su planning, decide acudir a la policía y confesarse culpable; una culpabilidad a la que los agentes no prestan mayor atención hasta que aparece el cuerpo de Brenda, una prostituta de lujo y cuya muerte también había planificado Olivares. Pero, ¿es de verdad este hombre un asesino o es todo esto un cúmulo de coincidencias y alguien está haciendo realidad las historias que él ha plasmado sobre el papel? 

Este es a grandes rasgos el eje central en torno al que Roger Rubio articula una novela negra corta, narrada de forma sencilla, pero con un estilo un tanto peculiar al que a mí, al principio, me ha costado acomodarme y en la que el condicional está muy presente. El autor desarrolla una historia ágil, en la que se alternarán capítulos en tercera persona con otros en primera correspondientes al diario de Helena Gomariz. Así, tomando como epicentro el día de la muerte de Brenda, nos mueve adelante y atrás en el tiempo hasta montar las piezas de un complejo puzle que destaca por un par de giros realmente buenos, pero en la que me han sobrado determinados fragmentos en los que el inspector Campos, encargado del caso y de camino a diferentes escenarios, se dedica a imaginar cómo sería su vida si en vez de ser policía fuese otra persona.

Aunque hay personajes que no me han terminado de llegar, buenos y complejos son algunos otros. Habrá que escarbar un poco para ver que detrás de lo que salta a la vista hay mucho más: vidas rotas, falsas apariencias y se tratan temas terribles como la prostitución o el abuso de menores, aunque no puedo dar más detalle sin poneros sobre alguna pista que estropearía la lectura. Me ha gustado especialmente la figura elegida por el autor para montar su historia, Olivares, porque hay por ahí muchos como él: un hombre triste, soso, gris, sin relaciones personales, imbuido en sus libros… el típico que se monta contigo en el ascensor y no te das cuenta que está si no es porque tropiezas con él. Pues ese hombre, podría ser también ,pero no es el caso que nos ocupa. Ese al que no le prestamos atención,  puede tener una vida interior más rica que la nuestra, incluso puede ser un excelente contador de historias. También destacaría a Brenda, una chica con dos caras con la que nos planteamos a lo largo de toda la lectura hasta qué punto conocemos a aquellos que nos rodean. 

El hombre que no le haría daño a nadie es una novela negra diferente, con un punto de originalidad, un personaje central poco común y algunas vueltas de tuerca realmente desconcertantes. Una historia ágil y amena, cuyo estilo narrativo exige, desde mi punto de vista, cierto acomodo.