192 d.C. Varios hombres luchan por un imperio, pero Julia, hija de reyes, madre de césares y esposa de emperador, piensa en algo más grande: una dinastía. Roma está bajo el control de Cómodo, un emperador loco. El Senado se conjura para terminar con el tirano y los gobernadores militares más poderosos podrían dar un golpe de Estado: Albino en Britania, Severo en el Danubio o Nigro en Siria. Cómodo retiene a sus esposas para evitar su rebelión y Julia, la mujer de Severo, se convierte así en rehén.
De pronto, Roma arde. Un incendio asola la ciudad. ¿Es un desastre o una oportunidad? Cinco hombres se disponen a luchar a muerte por el poder. Creen que la partida está a punto de empezar. Pero para Julia la partida ya ha empezado. Sabe que solo una mujer puede forjar una dinastía.
MIS IMPRESIONES
Ni soy yo muy amante de batallas, ni el imperio romano me atrae ya tanto como antaño y, sin embargo, tenía una especie de espinita clavada por no haber leído a Santiago Posteguillo, que tantos adeptos tiene y cuya forma de contar las historias parece ser tan especial. Que la protagonista principal de la historia fuese una mujer y la entusiasta reseña de una bloguera amiga fueron el detonante para decidirme a leer Yo, Julia. Hoy os cuento cuánto la he disfrutado.
Julia era muy hermosa, con una inteligencia sobresaliente, aunque nadie reparase en ello. Supo ocultar esa destreza suyas tras la deslubrante belleza de su rostro y de su pequeño cuerpo, del que Septimio Severo quedó prendado de inmediato, al parecer en un encuentro previo que tuvieron ambos cuando Severo ejerció como legado en Oriente años antes, cuando ella aún era solo una adolescente.
Nos trasladamos al año 192 d.C. a Roma para conocer a la bellísima Julia Domna, una joven siria, hija de reyes y esposa de Septimio Severo, gobernador de Panonia Superior, que vive en la ciudad junto a sus dos hijos y su hermana, aguardando la llegada de su esposo. Roma se encuentra bajo el mandato de Cómodo, pero todos están cansados de los caprichos del emperador, de su tiranía, sus excentricidades y sus locuras. En el Senado se conspira para acabar con él, que sabedor de que puede ser traicionado en cualquier momento, mantiene retenidas en la ciudad a las familias de los tres gobernadores más importantes del imperio: Albino en Britania, Nigro en Siria y Septimio en Panonia Superior. Y aunque el intento de Julia de huir con su familia para reunirse con su esposo fracasa inicialmente durante un gran incendio en Roma, el asesinato de Cómodo, el posterior nombramiento de Pértinax como emperador, la inestabilidad política reinante y el clima de desconfianza que se respira en la ciudad harán que Julia decida que es el momento de poner en marcha un ambicioso para cuya consecución nada ni nadie la detendrá.
Todas las alabanzas que había oído del autor son pocas, y creo que hay que entrar por uno mismo en una historia suya para comprobar cómo un amante del género, después de la ardua labor de documentación que se adivina tras las páginas de esta novela, sabe desprenderse de todo, quedarse con la esencia y novelarlo para el lector de manera fidedigna pero dotando a la historia de un interés, una agilidad y una tensión narrativa que hacen que, sin darnos cuenta, y mientras devoramos páginas y páginas del libro, aprendamos muchísimo de este imperio.
Y es que no solo hay batallas en esta novela, que las hay; no nos engañemos. Pero, mención especial merece la ambientación, porque nos dibuja Posteguillo no solo un fresco social y político de la época sino que, a través de pequeños detalles, consigue trasladar al lector en el tiempo para darle a conocer curiosidades sumamente interesantes como por ejemplo el método utilizado en la época para calefactar las viviendas. Conoceremos con todo lujo de detalles cómo se organizaba el poder en el imperio: la función de la guardia pretoriana frente a la de las legiones, el papel del Senado, sus reuniones y deliberaciones, las envidias, traiciones y conspiraciones que se traían entre manos, el clima de desconfianza reinante, y los hilos de los que cada cual, gobernadores y senadores, eran capaces de mover para derrocar a cuantos se cruzaran en su camino en su escalada hacia el poder.
En el centro de esta apasionante historia encontramos a una protagonista de excepción de la que no sabría nada de no ser porque Posteguillo ha tenido la brillante idea de rescatarla del olvido: Julia Domna era una joven siria, menuda, bella, apasionada e inteligente como pocas; despertaba admiración y envidias por igual entre hombres y mujeres, pero siempre fue fiel a sus principios, y no se dejó amilanar ante las adversidades. El respeto mutuo que se profesaba con Septimio Severo y su apoyo incondicional fueron sin lugar a dudas una de las bazas que fortalecieron esta alianza y que la hicieron ganarse el respeto de las legiones y del pueblo.
Y toda esta historia, que corre a cargo de un narrador omnisciente y estructurada en cinco libros, dedicados cada uno de ellos a los diferentes enemigos con los que tuvo que lidiar Julia en su ascenso al poder (Cómodo, Pértinax, Juliano, Nigro y Albino) nos llega a través de los diarios secreto de Galeno, el que fuera médico de la familia imperial, testigo del derrocamiento y ascenso de una estirpe de emperadores y gran admirador de Julia que, después de acercarse a ella por un interés personal, con el tiempo y por gratitud y justicia, decide contar su historia, insertando al inicio de cada libro, un capítulo en primera persona en el que nos habla como vivía esta historia en un momento determinado.
Yo, Julia es una novela histórica realmente impresionante, que abarca un marco temporal de cinco años y nos narra cómo se forja una nueva dinastía en la que si bien Septimio Severo estaba a la cabeza, el cerebro de todas las jugadas fue Julia, una mujer fuerte como pocas, dispuesta a pasar por las condiciones más duras sin achicarse ante nada y que se convirtió en la mujer más poderosa del imperio.